Se dobla como alambre sobre la alfombra, a la luz de ventanas de óleo amarillo. Se contonea y gruñe al verte, Ojos de cordero, y parodia los raíles de paisajes lejanos e ideas grandes de hogares pequeños: En ellos, viveros en cofres y música suave descansan en la quietud del desayuno. A la luz de las doce, se estiran las malvas de humo y resopla el verde vivo de las gilcinias. Se arquea como alambre al color del sol, Ojos de miedo, en una danza de bienvenida.
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